
Había una vez… una niña llamada Claudia que se pasaba el día sonriendo y haciendo reír a los demás. Tenía una carita muy dulce, redondita con la nariz llena de pecas y unos pequeños hoyuelos que iluminaban sus mejillas cada vez que sonreía. En el colegio estaba rodeada de amigos, pues su alegría era contagiosa y provocaba que todo el que estuviera con ella se encontrara feliz y de buen humor. No dudaba en acercarse a animar a cualquiera que estuviera triste hasta que sonriera, y siempre, siempre lo conseguía.