La princesa Ana

Había una vez…

Una princesa llamada Ana a la que no le faltaba de nada. Vivía en un castillo en lo alto de una colina, con decenas de doncellas a su disposición.

Cuentos de princesas

Su habitación era muy grande, tenía una cama gigante con sábanas de seda color rosa, tres balcones que daban a los jardines de atrás, desde los que veía las cuadras con los caballos, los huertos, las fuentes y la piscina.

Las puertas de la habitación llegaban al techo, y tenían mosaicos tallados en diferentes formas.

También tenía un baño para ella sola, era tan grande como una habitación y tenía una preciosa bañera cuadrada y una ducha de masajes.

Su vestidor era enorme, con un sofá en medio y muchos estantes, era tan grande que dentro cabía una cama.

La princesa Ana tenía todo tipo de lujos a su alcance, vivía con su madre, con su padre, con su perrita Lisa, con las doncellas y con los mayordomos, pero no era feliz.

Ana no iba al colegio, ella estudiaba en casa con profesores solo para ella, de lunes a viernes iban a darle clases al palacio en una de las salas de la planta baja.

Cuando terminaba las clases, estudiaba piano y después hacía los deberes.

Aunque sacaba muy buenas notas y se llevaba muy bien con los maestros, la princesa Ana se aburría estudiando sola.

Ella quería tener amigos y poder jugar con ellos cuando terminaban las clases, pero no conocía a nadie porque no iba al colegio y sus vecinos no tenían hijos de su edad.

Cuentos de princesas

Sus padres sabían que estaba triste y se ponían tristes también, pero no se atrevían a dejarla ir al colegio con los demás niños porque eran muy famosos en el país, y temían que no la dejaran en paz.

Pensando y pensando hallaron una solución para que su hija tuviera amigos con los que jugar.

Un viernes por la tarde, Ana terminó pronto sus deberes y se fue a poner el bañador para irse a nadar a la piscina.

Mientras estaba en su vestidor eligiendo el bañador empezó a oír mucho ruido de niños y gente, gritos, risas, incluso gente corriendo.

Ana no entendía que estaba pasando y corrió a asomarse desde uno de sus balcones. No se podía creer lo que estaba viendo.

La piscina estaba llena de niños jugando y nadando, había colchonetas de colores por todas partes, su perrita Lisa daba vueltas alrededor de todos saludando a unos y a otros.

De repente uno de los niños miró hacia arriba y vio a la princesa Ana asomada – ¡Mirad! ¡Allí está! – gritó.

Y todos los que estaban allí miraron hacia arriba, al ver a Ana empezaron a gritar animados -¡Baja ya Ana, te estamos esperando! – decían.

Ana entró corriendo en la habitación y se fue al vestidor a ponerse el primer bañador que encontró.

Abrió las puertas de su habitación y corrió por los pasillos como si de una carrera se tratara, esquivó a una doncella que se disponía a recoger su habitación, y casi tira una bandeja de té con pastas que su amigo mayordomo le llevaba a su madre.

Cuando llegó a la piscina todos corrieron hacia ella a saludarla y presentarse, luego la cogieron en brazos entre todos y la pasearon por el jardín gritando – ¡Ana!, ¡Ana! –

Cuentos de princesas

La princesa no podía ser más feliz, y sus padres, que la estaban observando desde lo alto de palacio, se alegraron de ver a su hija así. -Buen trabajo – Dijo la madre de Ana a su padre.

Pues resulta que ellos habían organizado esa fiesta para su hija, para que pudiera hacer amigos y no sentirse sola nunca más.

Desde entonces Ana hizo muchos amigos y nunca más volvió a estar triste, Muchos días quedaba con ellos después de estudiar y todos los viernes hacían algo juntos.

Era en esos momentos, cuando la princesa Ana dejaba de ser una princesa para convertirse en una niña muy, muy feliz.

Fin

Cuento original escrito por: habiaunavezuncuento.com

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