Situado a las afueras de la ciudad, había un enorme colegio al que acudían alumnos de todas las partes del mundo, pues tenía habitaciones para que los que venían de fuera se alojaran allí durante el curso. Tenía un terreno muy grande con mucho espacio con diferentes edificios, entre los que se encontraban las aulas, los pasillos y el comedor, y en los edificios del fondo estaban las habitaciones para los que vivían allí.

Aunque los alumnos provenían de diferentes ciudades, todos tenían algo en común: su amor por el deporte. Y es que, rodeando el colegio, había jardines, campos de fútbol, una pista de atletismo y dos canchas de baloncesto, que era el deporte más popular entre los alumnos.
El colegio tenía un equipo de baloncesto con mucho talento, aunque últimamente no habían ganado muchos partidos ya que los jugadores siempre terminaban peleándose entre ellos dentro y fuera de la cancha.
Un día, un nuevo alumno llamado Alex llegó al colegio. Había sido un gran jugador de baloncesto en su antiguo colegio y pudo apreciar el potencial del equipo, algo que le extrañó, pues sabía que no solían ganar y no entendía el por qué. Tras observar los entrenamientos, se dio cuenta de lo que ocurría. Los jugadores no trabajaban juntos, se limitaban a jugar por su cuenta sin pensar en el equipo. Alex sabía que, para ganar, tenían que aprender a trabajar juntos.
Empezó a organizar actividades y entrenamientos para unir al equipo, que animaban a los jugadores a apoyarse y confiar los unos en los otros, les motivó para prepararse para el campeonato anual, ayudando a los jugadores a comprender que, trabajando juntos, podían conseguir más de lo que lograrían solos. Fue un proceso lento, pero poco a poco el equipo empezó a unirse.
Tras largos meses de entrenamiento, había llegado el momento de demostrar todo lo que habían evolucionado, ya que empezaba la temporada del campeonato y querían llegar a la final. Al empezar el campeonato el equipo de Alex ganó su primer partido con mucha diferencia, las gradas estallaron de júbilo, aplaudían, gritaban de emoción, nadie en el colegio podía creer que por fin lo estaban logrando.
Siguieron avanzando y clasificando partido tras partido, derrotando a cada rival con el que se enfrentaban, cada vez tenían más confianza en sí mismos y sabían que podían llegar a convertirse en los campeones.
Después de muchas semanas de campeonato, llegaron a la final. Estaban emocionados a la vez que nerviosos, se enfrentaban a su rival más duro, y había que esforzarse mucho. A pocos segundos del final, el partido estaba empatado y sabían que tenían que hacer algo para ganar el partido.
Entonces, el entrenador pidió tiempo muerto y les indicó una jugada que tenían que hacer juntos, cuando los jugadores se separaron y se colocaron para realizar la jugada secreta, la grada se quedó paralizada, el equipo de baloncesto era muy querido en el colegio y se merecían ese trofeo.
Al reanudarse el partido, los jugadores cumplieron las indicaciones que les había dado su entrenador, pasándose la pelota uno a uno, esquivando al rival hasta llegar a Alex, quién encestó justo en el último segundo del partido. En ese momento, el árbitro pitó el final del partido y todos empezaron a saltar y a abrazarse; después de muchos años, habían ganado el campeonato anual y lo habían hecho juntos.
Se dieron cuenta de la importancia de trabajar en equipo, y que todos unidos eran mejor que cada uno por separado, algo que no solo aplicaron en el mundo deportivo, sino que también aprendieron a hacerlo en su día a día.
cuento original escrito por habiaunavezuncuento.com