La mariposa que quería ver el mar

mariposa

En un frondoso bosque, lleno de plantas y animales vivía una hermosa mariposa con las alas tan coloridas como el arcoíris, era joven y fuerte, por la noche brillaba igual que las estrellas y todas las flores anhelaban que se posara sobre ellas. 

Su nombre era Sissi y era conocida por todos los animalitos del bosque, pues nunca se estaba quieta y le encantaba revolotear de un lado a otro saludando y jugando con todo aquel que encontraba en su camino.

Era muy feliz, excepto por una cosa, Sissi soñaba con ver el mar. Tan fuerte era su deseo de verlo que todos los días al atardecer, se sentaba en una ramita en la cima del árbol más alto del bosque, y miraba y miraba y buscaba y buscaba aquello que ella creía que era el mar, pero nunca lo encontraba.

Fue su amigo el colibrí quién le habló de la inmensidad del mar, ninguna de sus amigas creían que existiera, solamente Sissi se lo imaginaba y desde que supo que existía, no deseaba otra cosa que no fuera verlo.

Después de pasar días y días subiendo a la copa de aquel árbol sin resultados, Sissi empezó a perder la esperanza, por mucho que lo buscara, por muy lejos que mirara, no había ni rastro de lo que le había contado el colibrí y temía no verlo jamás.

Un atardecer, Sissi subió al árbol con desgana, levantó la mirada hacia el horizonte, pero una vez más el mar no estaba allí. Cabizbaja se limitó a observar lo que había a su alrededor, hasta que algo le llamó la atención.

Allí mismo, delante de ella, había una pequeña carretera que venía del pueblo y atravesaba el bosque hacía otros lugares. Siempre había estado allí, pero nunca le había dado importancia hasta ese momento.

Estaba pasando un coche bajo sus pies, podía oír la música que salía de dentro e inundaba el lugar mientras pasaba. Fue entonces cuando se le iluminó la cara, se le estaba ocurriendo una idea.

Corrió a buscar a las demás mariposas para contarles su plan:

– «Amigas mariposas, ya sé cómo llegar al mar, sólo necesitamos subirnos a un coche de los que pasan por el camino, y esperar. Al final lo encontraremos» – dijo.

Las demás le miraron extrañadas, – «es una locura» – decían algunas, – «te perderás en cualquier lugar y no podrás volver» – se escuchaba entre los murmullos.

Pero a Sissi no le importaba, ella ya lo había decidido, quería perseguir su sueño y no iba a parar hasta conseguirlo, así que se despidió de todas sus amigas y partió.

Emocionada, esperaba a un lado de la carretera a que pasara el coche adecuado para su viaje.

Pasó un coche grande y negro, lo conducía un chico joven que llevaba camisa y corbata.

– «No creo que vaya hacia el mar» – pensó Sissi – «»seguro que va a trabajar» – y siguió esperando.

Al cabo de un rato una moto con dos chicas apareció en el camino.

– «No creo que vayan muy lejos, mejor espero al siguiente» – pensó.

Pasaron 20 minutos antes de que Sissi pudiera ver a lo lejos como un pequeño coche se acercaba hacia ella. Se levantó para poder verlo mejor mientras su corazón empezaba a palpitar con fuerza, tenía el presentimiento de que había llegado el momento de emprender su viaje.

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A medida que el coche se iba acercando, Sissi podía verlo mejor, era descapotable, de color amarillo y… ¿un momento? ¡Había un niño!

Revoloteó un poco más alto para poder verlo mejor, y así era, había un hombre, una mujer y un niño. Estaba sentado en la parte de atrás con los ojos cerrados, disfrutando del aire que rozaba su cara y movía su pelo mientras atravesaban ese precioso paisaje en medio del bosque.

En ese momento, Sissi supo que era hora de subirse al coche, su sueño le estaba esperando.

Se acercó al coche y aprovechó que el pequeño tenía los ojos cerrados para posarse sobre su hombro y disfrutar junto a él de su esperada aventura.

Pasaron horas hasta que el coche se detuvo por primera vez en una especie de restaurante apartado de la carretera. Todo el camino había ido disfrutando de las vistas que le iba deparando el camino, estaba viendo cosas que no había visto jamás y no quería perderse nada.

Estaba exhausta de tantas emociones, así que aprovechó el parón para bajarse a beber agua en una pequeña fuente que asomaba en un lateral del restaurante.

Se refrescó las patitas y los bracitos, bebió agua sentada en el borde de la fuente, se mojó las antenitas y estiró sus alas, no le quitaba la vista a la puerta para estar alerta ante el momento de marcharse.

Cuando ya se había relajado, volvió al coche y esperó, acostada en una esquinita del asiento de atrás, a que los dueños volvieran, ansiosa por continuar con su aventura.

Otras dos horas pasaron hasta que Sissi empezó a sentir una brisa fresca rozando sus alitas, el aire olía diferente y empezaba a ver un tipo de árbol que no había visto nunca, palmeras.

Sissi supo que había llegado, así que sin más preámbulos se posó sobre la cabecita del niño para poder ver mejor, y… ahí estaba… EL MAR.

Un inmenso, profundo e infinito paisaje azul que no tenía fin, moviéndose al ritmo del viento iluminó su mirada atónita, había cumplido su sueño.

Acarició la mejilla del pequeño, a lo que él respondió con una simpática mueca y salió. Había llegado a su destino.

Sissi revoloteó hacia la orilla, observó a los niños jugar; a los peces nadar; las olas chocar; olió su aroma; dio vueltas y saltos de alegría y se remojó en él emocionada.

Después, buscó la palmera más alta del lugar, se posó sobre ella y nunca, nunca, nunca dejó de mirar a su ansiado mar desde lo más alto de aquel mágico rincón que el paraíso le había regalado.

Relato original escrito por: Habiaunavezuncuento.com

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