El caracol que quería cambiar de caparazón

Lolo era un caracol muy inquieto que vivía en una ciudad muy cerca del mar. Su casa estaba situada en un pequeño huerto donde las plantas no paraban de crecer. Vivía con su familia y los demás animales del huerto, entre los que se encontraban sus mejores amigos la lagartija kika y el sapo Paco.

Cuentos Infantiles

Los tres amigos se juntaban siempre en el estanque de Paco, donde inventaban historias y se contaban sus sueños. A veces les iba a visitar su amiga la gaviota, que se pasaba las tardes a la orilla del mar y por las mañanas se acercaba al huerto a contar las cosas que allí pasaban.

La gaviota, que se llamaba Lila, les hablaba de los animales marinos y de sus costumbres, entre los que se encontraba el cangrejo ermitaño. Un día, Lila explicaba como veía a los cangrejos ermitaños cambiar de concha cuando ésta se les quedaba pequeña. Los tres amigos escuchaban atentos, pero uno de ellos miraba al suelo con cara pensativa. Era Lolo, que en lugar de alegrarse por conocer lo que ocurría más allá del huerto, se entristecía por no poder ser como un cangrejo ermitaño.

«Yo también quiero cambiar mi caparazón por uno más grande» – murmuraba.

A lo que sus amigos respondían – «¿Qué dices Lolo? Tu caparazón es perfecto para ti, no necesitas uno más grande«.

Pero Lolo no se conformaba con esa respuesta, pues pensaba que tenía un caparazón muy pequeño y que no era justo.

Como no podía dejar de pensar en ello, Lolo fue a hablar con sus padres esperando que ellos supieran darle una solución.

«Mamá, ¿por qué no puedo tener un caparazón más grande como el tuyo o como el de Papá?» – preguntaba.

Su madre, sorprendida por la preocupación de su pequeño, se acercó a él para explicárselo:

«Pequeño Lolo, tu caparazón es tuyo y crece contigo, cuando Papá y yo éramos pequeños también teníamos un caparazón como el tuyo, ya verás que a medida que vayas creciendo, tu caparazón también crecerá» – dijo mientras acariciaba sus antenas – «Hay que valorar lo que uno tiene y disfrutar de cada momento, por ejemplo, tú puedes meterte por sitios que yo no puedo porque mi caparazón es más grande» – prosiguió – «Así que aprovecha cada instante, ¡ya tendrás tiempo de ser más mayor y más grande!» – exclamó su madre.

Lolo, se quedó pensativo y decidió hacer caso al consejo de su madre. Volvió al estanque con sus amigos y le pidió a la Gaviota que le subiera a una de sus alas para llevarle a ver el mar y a los cangrejos ermitaños.

Kika la lagartija también se fue con ellos, mientras Paco, el sapo, les esperaba impaciente en el estanque deseando que regresaran para contarle todo lo que habían visto.

Al cabo de unas horas regresaron de su excursión, y Lolo le contó a Paco todo lo que había vivido, como había visto a un cangrejo ermitaño cambiar de caparazón y explicó cómo él se había sentido orgulloso de no tener que preocuparse por eso nunca, ya que su caparazón era como su casita y la llevaba a todas partes para vivir infinitas aventuras.

Cuento original escrito por habiaunavezuncuento.com

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