Había una vez… un pequeño niño llamado Alvarito que vivía con sus padres en un piso en el centro de la ciudad, tenía 5 años y no tenía hermanos, todos los días al salir del cole jugaba un rato con sus padres, a veces leían cuentos, otros días daban paseos o veían alguna película, eran un gran equipo y siempre hacían cosas juntos. También pasaba mucho tiempo con sus abuelos, quienes le mimaban mucho, ya que era su único nieto.
Un día sus padres estaban muy misteriosos, se abrazaban mucho y reían, a veces su madre lloraba y se les veía nerviosos.
Entonces el padre de Alvarito le llamó para que se sentara con ellos en el salón. El niño dejó de jugar con sus cochecitos y se sentó.
– Alvarito, sabes que te queremos mucho, eres lo más importante de nuestra vida y siempre lo serás, lo sabes, ¿verdad? –
El pequeño Alvarito les miró extrañado… y se puso vergonzoso y dijo:
– ¡sí! ¿Qué pasa? –
Su madre levanto su mano y le acarició el pelo y dijo, – Hijo, vas a tener un hermanito –
Durante unas milésimas de segundo, los padres de Alvarito temieron que a este no le hubiera gustado la noticia, pero entonces Alvarito saltó de alegría, y corrió y gritó – ¡bieeeeen! – por toda la casa, estaba muy contento.
Después de 9 meses había llegado el momento, iba a ver a su hermanito por primera vez. Su padre fue a recogerlo al colegio y fueron directamente al hospital a ver a su madre y a su hermano recién nacido.
Cuando por fin llegaron a la habitación abrió la puerta y allí estaban. Su madre le sonreía desde la cama con el bebé en brazos.
Era un bebé pequeñito y rosado, tenía los ojos cerrados y las manitas muy pequeñas, él le miró en silencio y le acarició la cara.
Pasaron los días y su hermanito, que por cierto, se llamaba Jaime, estaba todo el día en su cuna y sólo dormía y comía.
– ¡Qué aburrido! – Dijo Alvarito – No se puede jugar con él, sólo duerme y llora, ¡no me gusta Jaime es muy aburrido! –
Sus padres se miraron mientras él se alejaba de camino a su habitación.
Su padre fue tras él, al verle, Alvaritoo no puedo aguantar más y le confesó lo que sentía:
– Ya no jugamos los tres, yo quiero que juguemos los tres, Jaime no hace nada. –
En ese momento su padre se dio cuenta de que Alvarito estaba un poco triste por la llegada de su nuevo hermano, ya que ahora sus padres no le podían hacer tanto caso como antes, dijo:
– Jaime es todavía muy pequeño y no sabe hacer nada todavía, pero para eso estás tú. Ahora eres su hermano mayor y es muy importante, debes cuidarle y enseñarle todo lo que tú sabes, a medida que vaya creciendo verás cuántas cosas podremos hacer todos juntos, y Jaime te querrá y admirará más que a nadie, porque será contigo con quien quiera estar y contigo con quien quiera jugar. Ahora ya no eres sólo lo más importante para nosotros y para los abuelos, ahora también eres lo más importante para tu hermano pequeño –
Alvarito se quedó mirando a su padre pensativo y de repente se puso de pie y dijo
- ¡Si! ¡Soy un hermano mayor y voy a ser un hermano genial! – y corrió a la cuna de su hermanito a darle un beso en la frente.
Sus padres le miraron orgullosos y supieron que en ese momento Alvarito se había convertido en Álvaro, el buen hermano mayor.