Lulú era una gatita muy vergonzosa. Siempre se escondía en su habitación cuando iba gente a casa.
Su mamá le decía que saliera a saludar, pero a Lulú le daba mucha vergüenza.
- Sólo debes saludarlos y cuando ya lo hayas hecho te puedes ir si quieres – le decía cuando llegaban invitados.
Para Lulú era un gran esfuerzo, los mayores eran muy grandes y prefería no verles.
Un día fueron unos amigos de sus padres y trajeron a su pequeño hijo Lucas. Cuando su mamá le llamo para que saliera a saludar, Lulú se encontró con Lucas, le saludó vergonzosa y se fue a su habitación.
Lucas fue detrás de ella y cuando entró en su cuarto dijo:
- Hola me llamo Lucas, podemos ser amigos y cada vez que vengan mis padres vendré con ellos.
Lulú se le quedó mirando unos segundos y dijo:
- ¡Vale! ¡Así podemos jugar juntos mientras los mayores hablan de sus cosas!
Y así poco a poco, visita tras visita, Lulú empezó a relajarse cada vez más cuando alguien iba a casa, cuando Lucas iba jugaban juntos y si no iba, saludaba a los mayores con una gran sonrisa y a veces estaba un rato con ellos y otras no, pero nunca más volvió a esconderse.
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