Había una vez… una tortuga llamada Tina que soñaba con ser el animal más rápido de la escuela.
Todos los días cuando terminaban las clases, Tina y sus amigos iban a jugar al parque, pero ella caminaba más despacio que los demás, y cuando llegaba al parque ya estaban todos los columpios ocupados y siempre tenía que esperar.
Aunque sus amigos le cedían los columpios, ella seguía pensando que no le gustaba ser tan lenta, porque siempre tenía que salir antes que los demás para poder llegar a tiempo a los sitios, y preferiría poder ir con sus amigos sin quedarse atrás.
Un día, cansada de llegar siempre tarde, decidió que no iba a ir más al parque. Pues prefería ir a su casa lentamente antes que llegar siempre la última y que sus amigos ya estuvieran jugando sin ella.
Así que pasaron los días, y la tortuga Tina no volvió a ir al parque, se iba a casa directamente después de clase, hacía los deberes y al terminar se encerraba a jugar sola en su habitación.
Todos los días, los demás animales le preguntaban si iba a ir con ellos al parque después de la escuela, pero ella siempre decía que no. No quería que la tuvieran que esperar y ser una molestia para ellos.
Así que, tras varias semanas, sus amigos dejaron de preguntarle si iba a ir al parque, y la pequeña Tina empezó a sentirse un poco más triste.
Una tarde, tras escuchar la campana del colegio, Tina se despidió de sus amigos y empezó a caminar hacia casa como todos los días.
Sus amigos le pasaban por al lado y le adelantaban gritando “¡Adiós Tina!”, “¡Hasta mañana Tina!”. Ella les veía alejarse en grupo de camino al parque y suspiraba apenada.
Pero cuando Tina llegó a casa no se podía creer lo que estaba viendo, ¡todos sus amigos estaban allí! Habían ido a esperarla a su casa con sus padres para darle una sorpresa.
La pequeña se puso muy contenta al verles. Su amiga la ardilla se acercó y le entregó un paquete envuelto con un enorme lazo de color azul y dijo:
– Tina, ya no es lo mismo desde que no vienes a jugar con nosotros , todos somos amigos y te echamos de menos. Así que te hemos comprado un regalo muy especial, para que puedas venir todos los días al parque sin quedarte atrás y estar todos juntos. –
Entonces, Tina abrió el regalo y sus ojos se iluminaron al ver lo que era: ¡Le habían comprado un patinete!
La pequeña tortuga se puso muy contenta y abrazó a todos sus amigos, y también a sus padres, quienes habían ayudado a organizar la gran sorpresa.
Desde entonces, Tina y sus amigos iban todos los días juntos al parque a divertirse, y ella, subida a su patinete, nunca más se quedó atrás.
Cuento original escrito por: habiaunavezuncuento.com