Había una vez… Elisa era una elefanta que vivía en la selva junto con su familia, le encantaba vivir ahí y estar rodeada de sus seres queridos, pero había algo que le entristecía, pues ninguno de los demás animales de la selva quería jugar con ella. «Es porque soy demasiado grande», pensaba Elisa. Miraba cómo los otros animales corrían y jugaban juntos, deseando poder unirse a ellos.

Un día, Elisa paseaba por la selva cuando vio una ranita sentada en un nenúfar de un estanque cercano. –¡Hola! – gritó Elisa. La rana la miró y sonrió. – ¿Te gustaría ser mi amiga?– preguntó Elisa.
La rana miró desde abajo a la enorme elefanta y preguntó dubitativa – mmm… es que eres muy grande, gigante… ¿Y si me pisas y me haces daño sin querer?– Elisa, al ver su cara asustadiza contestó –¡Quiero ser tu amiga! Jamás te haría daño, además puedo protegerte y llevarte sobre mi lomo a donde tú quieras – sonrió. La ranita asintió entusiasmada y saltó sobre Elisa. Elisa estaba tan contenta que levantó a la rana y dio vueltas con ella. – ¡Esto es muy divertido! – exclamó.
Pero entonces, otro grupo de animales se acercó y vio a Elisa y a la rana jugando juntas. Empezaron a burlarse de Elisa y de su nueva amiga la ranita, diciendo que era una tontería que un elefante se hiciera amigo de una rana. Elisa se puso triste de nuevo al escuchar las burlas de los demás animales.
La ranita, sin embargo, no estaba dispuesta a dejar que los malvados animales arruinaran su diversión. Se subió al tronco de Elisa y se encaró con el grupo, hinchando el pecho, gritó – ¡Dejad en paz a Elisa! – ¡Es mi amiga y no me importa si es grande o pequeña. Lo que importa es que nos divirtamos juntas! –
Los demás animales se sorprendieron de la valentía de la rana y dejaron de burlarse de Elisa. Observaron cómo Elisa y la rana seguían jugando y divirtiéndose juntas, y no pudieron evitar sentir un poco de envidia. Así que decidieron unirse y jugar también con Elisa y la rana.
Desde entonces, Elisa tenía un gran grupo de amigos junto a su mejor amiga la ranita. Jugaban juntos todos los días, persiguiéndose entre los enormes árboles y chapoteando en el estanque. Elisa ya no se sentía sola y enseñó a todos los animales que lo importante es rodearse de aquellos que te hacen feliz sin importar el aspecto que tengan.
Fin.
Cuento infantil original escrito por habiaunavezuncuento.com