Había una vez…
Linda nació en una familia de magos y brujas. Su papá y sus dos hermanos eran magos y su mamá y ella eran brujas. Desde muy pequeña le habían enseñado a guardar el secreto de la familia, pues nadie más debía saber que eran una familia mágica ya que podrían ponerse en peligro si alguien se enteraba.
Vivían en una enorme casa a lo lejos de una larga carretera sin vecinos alrededor, sus hermanos, que eran más mayores, iban al instituto más cercano, ya que habían aprendido a controlar sus poderes de mago y podían disimular, pero Linda todavía no controlaba bien sus poderes de brujita, así que todavía no podía ir al colegio, y tenía que dar las clases en su casa con su padre mientras aprendía a utilizar bien sus poderes.
Cuando estornudaba, sin saber cómo, empezaba a volar y llegaba hasta el techo del salón. Su hermano tenía que agarrarla de un pie y bajarla para que se sentara de nuevo en el sofá. Otra veces, mientras hacía los deberes, se concentraba y sin darse cuenta, todo lo que tenía a su alrededor empezaba a flotar sobre su cabeza, los bolis, los cuadernos, incluso las sillas de la mesa giraban y flotaban alrededor de la habitación sin que ella se diera cuenta.
Sus padres le decían que era normal, que a medida que fuera creciendo iba a ir mejorando y que pronto podría ir al colegio con los demás niños. Mientras llegaba ese día, Linda seguía practicando sus poderes para estar preparada.
Pero había un día al año en el que la pequeña Linda podía ir a jugar con otros niños, vestirse de brujita y correr por la calle junto a sus hermanos. ¡Ese día era Halloween!

El 31 de octubre, todos los niños se disfrazaban y salían a jugar a la calle con grandes cestas con forma de calabaza para pedir caramelos en las casas. Como todos decoraban sus casas con fantasmas voladores, monstruos terroríficos, y vampiros, Linda y su familia podían pasear sin que nadie se fijara mucho en ellos, así que se vestían con sus mejores trajes y disfrutaban de la noche de Halloween con todos los demás.
Linda se ponía su enorme gorro puntiagudo y su vestido favorito, cogía su escoba mágica y jugaba con otros niños correteando por la calle sin separarse de su familia, pues ellos se quedaban cerca para cuidarla y ayudarla por si aparecían sus poderes sin que ella supiera controlarlos, si eso pasaba, su madre usaba sus poderes y la frenaba antes de que los demás se dieran cuenta.
Cuando el día terminaba y volvían a casa, Linda se metía en la cama y se dormía enseguida con una enorme sonrisa, pues terminaba agotada de corretear, jugar y reír con los demás niños de su pueblo. Su madre, siempre le daba un beso en la frente cuando se quedaba dormida y le susurraba al oído: – Mi pequeña niña mágica, pronto podrás ir al colegio y hacer nuevos amigos, lo deseo, lo deseo y lo deseo con todas mis fuerzas. –
Aunque Linda no contestaba, había noches en las que no se había dormido del todo y escuchaba esas palabras de su madre, y pensaba por dentro: – Lo sé mamá, he visto a mis hermanos conseguirlo y yo también podré hacerlo, lo deseo, lo deseo y lo deseo con todas mis fuerzas. – repetía.
Unas semanas después, Linda estaba en el jardín con sus hermanos cuando de repente estornudó y se concentró para no moverse del suelo. Se quedó quieta, entonces abrió los ojos y miró al suelo. No pudo contener la alegría al darse cuenta de que esta vez no había empezado a volar y seguía de pie quieta, tocando el suelo.
Miró a sus hermanos y empezaron todos a correr por el jardín de alegría, ya que todos sabían las ganas que tenía la pequeña Linda de que llegara ese día. Pues Linda había aprendido a utilizar sus poderes y por fin podría ir al colegio y jugar con sus amigos como cualquier otra niña normal.
**Frase extra:
Dice la leyenda, que nadie sabe de qué Pueblo es Linda, quizás sea una niña de tu pueblo o ciudad y juegues con ella este próximo Halloween…
Cuento infantil original escrito por Ana Mena en habiaunavezuncuento.com