Había una vez una niña muy pequeñita, tenía dos trencitas castañas que le llegaban a los hombros y siempre llevaba vestidos del mismo color que los lacitos que sujetaban sus trenzas.

Todos los domingos iba con su madre a desayunar tortitas con chocolate y después se dirigían juntas al lago a hacer volar su cometa rosa y dar de comer a los patos.
Un día iba la pequeña correteando por el parque en dirección al lago cuando se encontró de frente con un montón de basura de todo tipo: cajas; plásticos; botellas; papeles… La pequeña no había salido de su asombro cuando miró al lago y vio a un pobre patito atrapado dentro de un plástico.
– ¡Mira mamá! ¡Hay que ayudarle! – gritó asustada
Y corrieron hacia el lago a salvar al animalito. El pequeño pato se quedó quieto mientras la niña y su madre le quitaban el plástico, luego le metieron en el agua y se fue chapoteando con su familia.
– Pobre patito – le dijo a su madre – hay que hacer algo.
Al día siguiente la niña fue al colegio a hablar con la directora y a proponerle un plan:
– Si enseñamos a los niños el valor del reciclaje, cuando sean mayores todos sabrán cuidar del planeta y los seres vivos –
Así que el colegio organizó una excursión al lago para que los niños vieran los efectos de la contaminación, llevaron bolsas grandes de basura y llamaron a los periódicos y mientras los niños y los padres colaboraban limpiando el parque, los fotógrafos hacían fotos que se publicaron por todo el mundo.
Desde entonces todos los niños del mundo aprendieron a reciclar y a cuidar el medio ambiente y como lo niños también enseñan muchas cosas a los mayores, todos se concienciaron y empezaron a trabajar para conseguir un planeta limpio y sano.

Relato original escrito por: Habiaunavezuncuento.com